Si cierro los ojos, aún puedo sentir el aire fresco de la Serra de Tramuntana acompañando cada instante de esta boda. Kyra y Hendrix se casaron en Son Burguet, una finca con alma mallorquina, rodeada de naturaleza.
Kyra estaba radiante. Su vestido, ligero parecía hecho para fundirse con el paisaje mallorquín. Estaba bellísima, sí, pero sobre todo desprendía una luz especial: esa que solo aparece cuando alguien está exactamente donde quiere estar.
La ceremonia fue en su terraza natural, un balcón mágico con vistas a las montañas. Allí, bajo un cielo limpio y el sol acariciando a todos, Kyra y Hendrix se dieron el «sí» en un ambiente sereno y profundamente emotivo. No hizo falta nada más: la naturaleza, ellos dos y una emoción que se podía palpar.
El cóctel se sirvió en el patio mallorquín, entre piedra antigua y vegetación mediterránea en una atmosfera de alegría. Bon Gust se encargó de cuidar cada detalle, con una propuesta gastronómica deliciosa que acompañó el momento a la perfección. Y cuando el sol empezó a bajar, nos fuimos al jardín, rodeado de montañas y bañado por una luz suave y cálida, donde las mesas esperaban entre flores, velas y pequeños detalles, que crearon un ambiente acogedor y natural.
Al caer la noche, nos fuimos al interior de la finca, donde la sorpresa fue un concierto en directo. Entre brindis, canciones y miradas cómplices, la noche siguió con alma propia. Fue el broche perfecto: íntimo, auténtico y con ese punto de magia que no se olvida.